Lluvias intensas, olas de calor, tormentas, inundaciones. Los eventos climáticos extremos dejaron de ser excepciones para convertirse en parte del día a día industrial. Cada fenómeno altera las condiciones de operación y redefine la confiabilidad de los equipos. Pero mientras la mayoría de las empresas sigue planificando mantenimiento bajo condiciones “normales”, la realidad está cambiando más rápido que los planes.
Conversamos con Marisa Zampolli, especialista en gestión de activos y coordinadora del comité brasileño de normas ISO 5500X, sobre cómo la ingeniería de confiabilidad debe evolucionar para enfrentar un entorno cada vez más incierto.
En esta edición:
• Por qué los eventos extremos cambian la confiabilidad como la conocemos
• Cómo adaptar mantenimiento y monitoreo a nuevas condiciones ambientales
• De la confiabilidad estática a la confiabilidad resiliente

Marisa Zampolli
CEO de MM Soluções Integradas | Coordinadora de la Comisión ABNT-CEE-251 (NBR ISO 5500X)
Marisa es Ingeniera eléctrica y especialista en energía sostenible, lleva más de 25 años desarrollando proyectos de gestión de activos y energía para organismos internacionales como USAID, el Banco Mundial y la International Copper Association. Impulsa la aplicación de la ISO 55001 en Latinoamérica, integrando estrategias de confiabilidad y sostenibilidad en organizaciones industriales y de infraestructura.

“Los equipos ya no fallan solo por desgaste o mala lubricación; fallan porque el entorno en el que operan dejó de ser predecible”, explica Zampolli. “Las olas de calor, la humedad extrema o las inundaciones alteran los materiales, aceleran la corrosión y exponen a los activos a condiciones fuera de las especificaciones originales.”
Por eso, advierte que los planes de confiabilidad deben incorporar escenarios climáticos y revisar la criticidad de los equipos según su vulnerabilidad real. “Lo que antes era una falla menor puede transformarse en una parada crítica del sistema.”

Con los cambios de temperatura y humedad, los mantenimientos preventivos tradicionales ya no bastan. “Necesitamos una confiabilidad que aprenda y se adapte”, enfatiza Zampolli.
Esto implica usar monitoreo continuo, IoT y gemelos digitales para detectar variables críticas en tiempo real y ajustar las acciones de mantenimiento según las condiciones del entorno.
“Después de una tormenta o una ola de calor, debemos revisar fundaciones, drenajes e aislamientos, aunque el equipo no haya mostrado fallas visibles.” Esa capacidad de respuesta rápida convierte la confiabilidad en un proceso vivo, que evoluciona junto con el ambiente donde operan los activos.

Zampolli advierte que no basta con mirar equipos aislados. “La confiabilidad de un activo puede ser perfecta, pero si el sistema no es resiliente, una falla puede desencadenar efectos en cadena.”
Por eso propone incorporar métricas de resiliencia —como tiempo de recuperación o redundancia disponible— dentro de los indicadores de desempeño. “Pasar de la confiabilidad estática a la confiabilidad resiliente es esencial: no solo queremos que los activos funcionen, sino que el sistema se recupere rápido ante condiciones extremas.”
Esa evolución, explica, marca el paso de una visión centrada en equipos a una gestión verdaderamente sistémica, donde la continuidad operativa depende tanto de la capacidad de resistir como de la de recuperarse.
Nota del entrevistador: Escuchar a Marisa hablar de confiabilidad adaptativa deja una impresión clara: la disciplina ya no puede operar bajo supuestos estables. La gestión de activos debe incorporar la incertidumbre como parte del modelo, no como excepción. Lo interesante es que su enfoque no parte del miedo al cambio, sino de la oportunidad que representa anticiparse a él con método, tecnología y liderazgo técnico.
Para resumir: La ingeniería de confiabilidad enfrenta un nuevo desafío: un entorno climático cada vez más impredecible. Según Marisa Zampolli, la clave está en pasar de planes estáticos a estrategias dinámicas y resilientes, capaces de anticipar, adaptarse y recuperarse ante eventos extremos. Incluir escenarios climáticos en la planificación, revisar criterios de criticidad y fortalecer el monitoreo inteligente serán pasos decisivos para mantener la operación segura y rentable.
Como dice Marisa Zampolli: “Ya no podemos asumir que las condiciones de operación seguirán siendo estables. La confiabilidad del futuro será aquella que sepa adaptarse a la incertidumbre.”






